martes, 11 de marzo de 2014

Mi final y el tuyo

Estoy sentado junto a la ventana. Veo hacia afuera y observo las calles vacías en el oscuro abrazo de la noche. No se oye nada mas que el silbido de la pava sobre el fuego y los ladridos de los perros. Meto la mano en mi bolsillo y saco el encendedor. Tomo un cigarro. Ya encendido voy a la cocina y apago el fuego. Solo eso. No me doy cuenta de por que había calentado agua, si lo único que necesito es un trago de wisky. De este que esta sobre la mesa. La noche esta calma, mi apariencia también. Será solo eso porque en mi interior un grito sordo se propaga por todo mi cuerpo y mis llantos fluyen por mi sangre ya putrefacta. Tomo el wisky y sorbo un trago. "¿A esto ha llegado mi vida?" pienso, a medida que mis manos se tambalean del cansancio. Ya las 2:00am de la mañana. Ni un ruido en la calle, ni una señal de anormalidad. Mi cuerpo no aguanta el peso de la vida. Trago saliva. Otro sorbo de wisky. Se hacen las 2:45am cuando la botella queda vacía. Inseguro al caminar, voy hasta mi habitación, que no es mas que un colchón desgastado tirado sobre el suelo y una mesa de luz pequeña y apolillada con un cajón semi roto en el medio, dentro de cuatro paredes despintadas y humedecidas. Abro el cajón de la mesa. Veo un arma, y 3 balas a su lado. Por un momento pienso "¿que será de mi? hasta este punto habré llegado? o es que mi embriagues me hace pensar idioteces sin sentido?" Pero en mis pensamientos solo se una cosa. No importa lo ebrio que este, no importa lo que tenga que vivir. Mis años fueron malgastados en droga y licor. Lo único que me queda es eso. Mi cerebro esta cansado, mi corazón marchito y una voz en mi interior me ordena que tire del gatillo. Y es que no hay nadie allí afuera que este buscándome. Un grito ahogado me domina dentro de todo mi ser. Mi alma pide a sollozos salir de este cuerpo putrefacto e insípido. Tantos años...Tantos años malgaste y tan poco pensé. Trago saliva. Mi mano temblorosa toma el arma y las balas, mientras la otra se esconde detrás de mi saco descocido. Guardo el arma con las balas puestas en mi bolsillo y salgo hacia el patio. Alimento y doy una caricia a mis dos perros, que parecen ya saber a que viene todo. Gimen, pero mi mente esta decidida. Les quito las cadenas para que puedan irse una vez que yo ya no este para cuidarlos. Una lágrima cae por mi mejilla, y mis perros gimen y ladran. Esta lloviendo. Voy hacia la otra punta del patio, tomo el arma y la apoyo en mi frente. Ya no mas. Ya no mas sufrir esta vida inmunda y desagradable que me ha tocado. Malas decisiones y malos caminos. "No se puede empezar de nuevo a estas alturas. No se puede..." Las ultimas palabras que salen de mi boca. Profiero un grito ahogado y sin mas preámbulos, tiro del gatillo. 
     Todo esta calmo. Veo siluetas y el ruido de la lluvia. No entiendo lo que pasa hasta que veo mi cuerpo tirado en el suelo y los perros aullando a sollozos."Que he hecho?"- me pregunto de repente. Pero y es que no me arrepiento. Un aire de libertad pasa por mi rostro y me llama. Pues este ha sido mi final, un final del que no estoy orgulloso, pero al fin y al cabo todo termina de una manera u otra. Pobre alma la que tenga mi mismo destino. Pero ya quedo la vida en el pasado. Me alejo caminando, pues se que mi final, al fin sera un nuevo comienzo en otro lugar u en otra vida. Despido a mis perros desde arriba y adiós. La vida ya a tenido suficiente de mi. Este ha sido mi final. Entonces, ¿Cual sera el tuyo?

martes, 21 de enero de 2014

Angustia

Había algo diferente, algo en su mirada, que no era usual. Sus ojos ya no reflejaban esa esperanza y su corazón parecía latir desganado. Luchaba. Luchaba por seguir adelante. Tantos años luchando, esperando, con la esperanza de que todo cambiara. Cuando todo pareció mejorar, su alegría se multiplicó, pero no. Era mas que obvio que ese cambio no iba a durar. Pronto se dio cuenta, que solo dio medio paso adelante, y que todos sus esfuerzos no habían bastado. Todo. Lo había intentado todo para tener el amor que ella quería. Pero había algo que no cuadraba, algo dentro suyo, que la hacia sentir ... miserable. Aun así no se rindió. Siguió y siguió luchando, pero de que servia ? El amor es un juego de dos, y ella jugaba sola. ¿De que sirve jugar a las escondidas si no hay nadie que te encuentre? Estaba perdida. Lloraba, entristecida, sin saber que camino tomar; Dejar todo atrás, rendirse y buscar algo mejor, alguien que en verdad la amase y cuidase; o seguir luchando por el hombre que ella amaba. Estaba sola. Incluso entre sus brazos sentía que estaba vacía. El no le devolvía el amor que ella le daba. Aun así, no iba a rendirse. Pero es que el dolor era tan fuerte, tan frío... Su pobre corazón había sufrido tanto, que ya no sentía las lagrimas que, cada noche, caían por sus mejillas, dejándola seca, llena de dolor y desgracia. Esa angustia circulaba por ella como la sangre que circula en el cuerpo. Cuando el estaba, su corazón se llenaba de alegría y dicha. Pero cuando desaparecía por semanas, un odio oculto y un nudo en el pecho la atormentaban sin dejarla ir. Luego, claro, regresaba, y ella volvía a amarlo. Pobre chica, le dolía tanto...Ni siquiera hoy en día se rinde. Ella aun espera, y esperara. Pero... -¿De que sirve esperar algo que nunca va a llegar?- pensaba de a ratos. Cuando alguien ama, no importa el dolor, no importa la angustia y la tristeza que este amor provoque. El dolor de su partida dolería mucho mas que el dolor que esta pobre chica siente al verlo, y saber que el nunca va a amarla. "Luchar y seguir adelante". Se graba esas palabras en su cabeza, día a día, esperando a que su amor vuelva, y ella vuelva a ser feliz, de una ves por todas.

sábado, 4 de mayo de 2013

Tristeza

Ver todo de una diferente manera. De un modo callado, silencioso y oscuro. Sentir como el mundo se derrumba ante tus ojos y que la oscuridad y la soledad te envuelvan en un infinito anochecer. Ver como unas lágrimas amargas acarician tus mejillas, y bajan lentamente por tu rostro. Cuando estoy triste, siento como mi vida se derrumba, veo como todo lo bueno desaparece y como la luz del día se oculta tras oscuras neblinas. La tristeza es fingir estar bien en tus peores momentos, solo para que no se preocupen por como estés.  Es dejar que todo pase lentamente por encima de tu corazón  que en esos momentos es apuñalado una y otra vez. No importa cuál sea la causa, no importa cuándo te hayas sentido así,  no importa nada en ese momento. Lo único que ves es el dolor a través de tu ventana, que te llama y te aleja cada ves mas de la felicidad, provocando la depresión y la angustia. Escondiendo tus sentimientos a los demás solo consigues alimentar el dolor por dentro para que salga en modo de explosión  ¿Quien sabe? Podría provocar suicidios tal ves.pero la tristeza puede afrontarse con una sonrisa en los peores días  y así,  quizá, un rayo de sol alumbre tus ojos que secos por la oscuridad ya no logran soltar ni siquiera lagrimas, que también secas están  y el dolor que en ellos se refleja puede ser curado si tan solo buscáramos la manera de hacerlo, de sentirnos bien en los peores momentos, de sentirnos apoyados, queridos, de recibir abrazos. Pero si lo piensan, no todo es color de rosa cuando queremos arreglar el dolor. Los colores oscuros abarcan rápidamente hasta el mas pequeño rayo de alegría. Pueden convertir a alguien en una persona desdichada, desesperanzada, como hace conmigo. 
             Nunca dejen que la tristeza los abarque, nunca le permitan llegar hasta sus corazones. Lo único que espera detrás de eso es un dolor mucho mas intenso. Crean en si mismos, no se dejen engañar, y nunca, jamas, dejen ganar a la oscuridad, nunca pierdan la esperanza, nunca dejen de soñar. 

martes, 19 de marzo de 2013

Escuchar el silencio


A veces, solo con escuchar, solo con observar, podemos comprender mas de todo lo que nos rodea. Darnos cuenta de lo que somos, de lo que amamos, de lo que anhelamos. Pocas personas son capaces de escuchar. De darle lugar al silencio. Ese silencio que que es capaz de decir mas que mil palabras. Es como sentir el viento que camina sobre tu rostro y te lleva a la paz, y a la tranquilidad. El silencio es calmo, tranquilo, como un mar sin mareas en un día soleado. Pero a veces, los silencios pueden ser dolorosos, y el océano que esta en ellos se agita y trae consigo una gran tormenta. Por eso, debemos aprender a escuchar el silencio, aprender a sentirlo, y aceptarlo como es. Porque ¿Qué pasaría si no escuchamos lo que nos rodea? Si estuviéramos en la playa, pero no prestáramos atención al sonido de las olas. Si estuviéramos en el bosque, pero no escucháramos las copas de los arboles meciéndose al compás del viento, y los cantos que los pájaros comparten con nosotros? No tendría sentido. Cual sería el propósito de nuestras almas, que estarían vacía sin los sonidos? Sin la música ...Pero, escuchar no quiere decir usar nuestros oídos. Escuchar significa sentir, sentir lo que nos rodea, sentir el latido de un corazón sano y fuerte. Nuestras almas y nuestros corazones son quienes realmente escuchan. Solo necesitamos eso, escuchar, escuchar el silencio que pasa frente a nosotros, y detrás de ese silencio habrá siempre una respuesta.
                             
                                 

lunes, 18 de marzo de 2013

El vagabundo

Tan pequeño, tan solo. Inocente e indefenso en este mundo, vagaba por las calles en busca de amor. Solo, triste, pero con la esperanza siempre en pie, de que alguien algún día lo iba a querer. Aunque ya era demasiado viejo. Toda su vida estuvo en las calles, en busca de un ser que supiera apreciar su amor. Caminaba, y tal ves llegaba a encontrar algo de comida. La gente del barrio pocas veces lo alimentaba y le daba agua. Cansado seguía su viaje, sin rendirse nunca. Un verdadero héroe que vagaba solitariamente por el mundo. Los años pasaban, seguía solo. Quizá alguien por la calle le mostraba cariño, o sentía ternura por el, así que los seguía, ya que toda oportunidad de un hogar no se debe desperdiciar. Pero lo único que recibía era el rechazo. Pobre perro.. tan inocente y tierno. Pensaba que, quizá nadie lo quiso por su raza, que ni raza llegaba a ser. O por su edad. llego a los 10 años, a los 13, hasta los 17, caminando y caminando, con sus patitas tan débiles que casi o sentían el suelo. ¿Nadie sentía nada por el ? ¿por que? comenzó a sentir frió, día a día, y empezó a enfermarse. Hasta que un día, en la calle, solo como siempre ... se acostó en una esquina intentando calentarse, y sus ojos estaban a puntos de cerrarse. Húmedos estaban, tristes se reflejaban. Pobre perro. lo único que quiso era amor. Era lo único que pidió en sus 17 años de vida. Pero nadie se atrevió a dárselo, nadie. Solo pasaban y lo miraban, a veces con ternura, otras veces con desprecio. 

Cuando el perro estaba a punto de cerrar sus ojos, alguien apareció. Una figura humana, pero algo lo hacia diferenciarse. Era un alma cálida y gentil. Una niña. Sus padres no la acompañaban, pero no parecía perdida. Se acerco a el y lo miro tiernamente. Este le devolvió la mirada. Lo acarició, y se fue. Él ya no quería ilusionarse mas. Sus viejas piernas no tenían las proteínas suficientes para levantarse. Pero vio que la niña volvió con un trozo de carne. Atrás de ella vino alguien mas, con mucho aprecio hacia ella. Parecía ser su madre, quien llevaba consigo un plato con agua. Le acercaron el agua y la carne al viejo vagabundo. Este comió y bebió todo desesperadamente, gimiendo de hambre pero felizmente. Al pobre viejo ya no le respondía bien el cuerpo. Tan solo se sentía, que no quería seguir luchando. Entre la niña y su madre lo cargaron hasta su casa, y lo acostaron en una alfombra, caliente y suave. Y se vio una mirada en aquel perro. Una mirada que nunca antes había tenido. Su cola, luego de mucho tiempo, se movió en forma de felicidad y agradecimiento. Sintió que había conseguido un hogar, pero eso no detiene el tiempo. Su vejez era imparable  y sus años de vida eran ya los que había necesitado. El perro, en la alfombra, calentito y contento cerró sus ojos. Su búsqueda había terminado. Había encontrado el amor, un hogar. Luego de tantos años pudo volver a sentirse como un cachorro. Parecía dormido, tranquilo, pero a la mañana siguiente, no pudo volver a despertar.
                                     

El pecesito

Estaba nadando en el mar, moviendo mis aletas, y mis escamas doradas daban brillo a mi piel. Amaba nadar en lo desconocido, asomarme hacia fuera del agua, y sentir como las olas del mar acariciaban mi cara. Lenta, y tranquilamente flotaba en el vacío, y mis aletas eran acariciadas por el agua cristalina. Pero, un día, me desperté, y vi que no había nadie, ni un solo rastro de vida a mi alrededor. Comencé a nadar, a buscar algún rostro conocido, empecé a alejarme de casa, mas y mas. 
En un momento, escuché un grito agudo, tan alejado que no lo podía ver. A ese grito se le sumaron otros mas, que comenzaron a escucharse cada ves mas fuerte, me volteé, y vi una bandada de peces nadando hacia mí, perseguido por una extraña y enorme bolsa, atada a un gran caño que salía hacia la superficie. No sabía lo que era, pero lo que sí sabía, es que era peligrosa... Comencé a nadar hasta mas no poder. Nunca en mi vida había nadado tan rápido, pero mi rapidez no bastó. La extraña criatura que me perseguía se acercaba cada ves mas, atrapando todo a su paso... incluyéndome. Cuando la bolsa me atrapó, comprendí que no era una bolsa, era un tipo de red, parecida a la que una vez había visto cerca de un barco hundido. Comenzó a subir, y los peces atrapados estaban cada ves mas asustados, desesperados, intentando escapar, pero sus cuerpos no cabían en los pequeños agujeros de esa red, la respiración se dificultaba por el poco espacio. La red llegó a la superficie, y comenzó a separarse mas y mas del agua. Lo único que yo quería en ese entonces era volver a casa. El oxígeno se había agotado, y mis respiraciones casi no tenían sentido. Al llegar a la superficie de un barco, la red cayó con nosotros, tirándonos al suelo. Intenté volver al agua, pero mis aletas no lograban avanzar, hasta que dejaron de responderme. Mi mirada estaba cansada y ya casi ni respiraba. Lo ultimo que vi fue una figura enorme con brazos y piernas, con un gran mazo de metal dirigiéndose a mí. En ese momento comprendí ..que ya nunca mas volvería a casa.


Gritos

Un cuarto vacío. Yo estoy en el, sentada en una esquina con mis ojos bien abiertos, buscando algún motivo para calmarme, para tener un minuto de silencio, de paz. Empiezo a sentir golpes sobre las paredes, sobre el techo, sobre el suelo. El piso se mueve y caen piedras desde el abismo que me rodea pero grito, porque duele, porque lastima. Comienzo a correr pero la habitación se va cerrando hasta que me aplasta y se me va el aire. Aparezco en un laberinto, sin sol, sin nubes, sin nada fuera de el. Las ramas secas que forgan los pasillos respiraban. Es como si me estuvieran observando. Me pierdo. Era un laberinto sin final, sin salida. Me atrapa y me envuelve en su soledad. Respiro profundo y comienzo a caminar por los oscuros pasillos pero por mucho que me mueva siento estar en el mismo lugar. Vuelvo a escuchar ruidos. Una mano me atrapa y me arrastra bajo tierra, grito. Pido ayuda pero nadie me escucha. Siento como algo se arrastra por mi cuerpo pero no por fuera, sino por dentro. Pienso que es un sueño y cierro los ojos. al abrirlos aparezco en mi cuarto, acostada en mi cama, tranquila, pero confundida. La lampara en mi mesa de luz comienza a titilar y la ventana se abre. Sopla el viento y se escuchan voces agudas mientras una sombra entra por la ventana y se acerca hacia mí. Las paredes gritan, los vidrios se golpean entre si y el piso cruje. La poca luz que queda se apaga. Me tapo con las sabanas pero, ¿De que sirve? Si no me protege, pero me siento protegida. Una cuerda pasa por mi cuello. Cierro los ojos fuertemente hasta que me duelen los parpados. Me quitan las sabanas. La soga me aprieta. Abro los ojos y miro hacia abajo. Estaba sobre el aire. Al mirar para arriba veo la rama de un árbol, y una soga atada a él. Noté que esa misma soga apretaba mi cuello. Y en ese momento me di cuenta. Estaba muerta. Colgada a aquella rama, seca, sin vida, a punto de romperse. Intento gritar, pero no tiene caso. Mis labios no dejan salir ningún sonido, y cada pedido de ayuda es inútil. Aunque logro gritar en silencio, ninguna persona me escucha, solo los pájaros que vuelan cerca mío logran compartir mis lamentos.